La Hermana María

Hace unos días, para ser más precisos el 18 de enero, día de mi cumpleaños, fue la última vez que vi a la Hermana María. Por casualidad estaba por Bogotá ese día y llamó a mis papás que me habían invitado a almorzar y les dijo que ella también iba, que la recogieran. Así fue como nos encontramos en el restaurante y tuve la oportunidad de hablar un rato con ella mientras esperábamos que nos asignaran mesa. Me preguntó que estaba haciendo, le conté con la mayor cantidad de detalles que pude, por lo general no doy muchos detalles, y luego hablamos de cuando estuvo en República Dominicana, de lo contenta que estaba y que incluso llegó a ocultar o enferma que se encontraba con tal de que no la devolvieran.

Estuvo varios días enferma, con fiebre y aún así trabajando con la comunidad en donde estaba, donde por cierto no había agua potable, ni ningún servicio. y escasez de alimentos. Una comunidad realmente pobre, como tantas que podemos encontrar en estos países. Aún bajo estas malas condiciones ella estaba feliz, tan feliz que hizo todo lo posible porque no la devolvieran, este es un tipo de felicidad que a la mayoría nos cuesta mucho trabajo entender, porque no tiene nada que ver con dinero o comodidad.

Finalmente las otras hermanas se dan cuenta de lo mal que estaba y la envían de regreso a Bogotá donde debe ser atendida en hospital y le encuentran una infección y anemia. Se recupera de esto y la envían a una comunidad en Fusa.

Mientras me contaba lo feliz que estaba allá se notaba su tono nostálgico de no poder estar allá de nuevo, donde se confirma que la comodidad de la casa donde vive hoy, con todos los servicios, buena alimentación, salud, etc., no tiene nada que ver con lo que a ella le hace plenamente feliz.

Sin embargo esto no quiere decir que estuviera triste, la Hermana María siempre estaba tal vez más que feliz, en armonía. Siempre transmitía felicidad, paz y juventud a su alrededor. Fue reconocida por cosas como que era la monja que se la pasaba en moto en Agua de Dios, un pueblo donde trataban personas con lepra hace muchos años, o la monja que se subía en una bicicleta estática a hacer su rutina de ejercicios, vale la pena decir que de esto no hace mucho.

Ese día del almuerzo también hablamos de política, me dijo que Obama le simpatizaba, pero que la había embarrado estando de acuerdo con el aborto. Apenas dejamos unos interrogantes abiertos respecto al tema, si se prohibe la gente lo sigue haciendo, pero en condiciones de baja salubridad lo que aumenta la mortalidad de las mujeres, ¿entonces qué hacer?

También estuvimos hablando un poco del país, apenas se pudo percibir su simpatía con el gobierno actual, pero también su poca información respecto a la cantidad de violencia que ha generado el mismo.

Hablamos también de religión, le pregunté qué pensaba sobre el Papa actual. Me dijo que no habían sentido la diferencia, que no había hecho muchos cambios, a lo cual le respondí que había hecho uno muy importante, había vuelto a aceptar la existencia del infierno, lo cual había sido desmontado con Juan Pablo II, entonces muy sorprendida me dijo, ¡¿Juan Pablo II dijo que el infierno no existía??!

Finalmente nos dieron la mesa y pedimos, ella no estaba muy segura sobre lo que quería y entonces le sugerimos que pidiera salmón, ella nunca lo había probado y aceptó nuestra recomendación, de nuevo demostrando sus ganas de aprender y probar nuevas cosas. Nos trajeron la comida y le encantó el salmón, nos compartió bocado a mis hermanos y a mi y tomo sangría para pasar el salmón.

Terminamos ese marivolloso almuerzo de mi cumpleaños con una sesión de fotos, luego nosotros fuimos a casa de mis padres y mis hermanos la llevaron a ella hasta Soacha donde tomaría su transporte a Fusa.

Esta fue la última vez que vi a la Hermana María.

Días después le tuvieron que hacer una operación porque según dijeron tenía una deficiencia cardiaca y ya estaba usando oxígeno de vez en cuando. Ella accedió a la operación y en medio de la operación le dió un infarto, sin embargo salió de la cirugía y estuvo en cuidados intensivos unos días. Consciente, pero muy débil. Sólo hasta que nos dijeron que la operación no había salido del todo bien, y que mi Papá fue a visitarla al hospital, vió en su historia médica que la Hermana María tenía 80 años. No lo podíamos creer, para nosotros ella no podía tener más de 70, por su nivel de actividad, juventud, carisma, todo, su actitud era de una persona muy joven, que asume riesgos, aprende, disfruta cada momento, desafortunadamente al organismo si le pasa el tiempo.

Resistió lo que más pudo, pero su corazón ya no dió más y hace dos días la Hermana María paso al siguiente plano.

Hoy escribo esta historia porque fue para mi una persona ejemplar, sus acciones correspondían completamente a lo que pensaba. Tenía una mente libre, pero sobre todo supo su vocación desde muy joven y todo lo que hizo lo hizo en función de esta vocación, una vocación de servicio a la comunidad como enfermera que fue.

Gracias Hermana María por habernos mostrado la alegría de seguir la vocación y haber compartido con nosotros estos momentos y charlas. Le mando un fuerte abrazo desde mi corazón. ¡Dígame!

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